Mi compromiso contigo

Mi compromiso contigo


Objetivo: Reflexionar en cómo me presento delante de Dios, y en qué le ofrezco a su servicio.

¿Cómo me presento delante de mi Dios?


Una pregunta que es sencilla de plantear, pero que nos conduce a una profunda introspección y a una gran meditación, porque nos hace pensar en cómo nos encontramos ante los ojos del Eterno Dios vivo, que siempre nos observa (Sal. 139:7-12). Con esta pregunta nos sumergimos en el mensaje.

¿Con quién es mi compromiso?


Se apertura esta hermosa enseñanza con una segunda pregunta, que busca sentar bases del tema, pues ilumina a la vista y esclarece al pensamiento el porqué de mi esfuerzo, la razón que me mueve a levantarme cada día, y poner mi empeño y diligencia en perfeccionarme; y el porqué se halla justamente en lo que declara el apóstol Pablo en Romanos 6:22 «Mas ahora, librados del pecado, y hechos siervos á Dios», pues señala enfáticamente que somos siervos de Dios; por lo que el trabajo es a su servicio, es decir, mi compromiso es con Dios; por lo que Él es la razón de mi esfuerzo, y no de cualquier esfuerzo, pues el Alto y Sublime, que habita la eternidad, es digno de la excelencia, que es, lo mejor que puedo dar; y así lo instruye el apóstol Pablo en Romanos 6:19 al expresar: «… como para iniquidad presentasteis vuestros miembros á servir á la inmundicia y á la iniquidad, así ahora para santidad presentéis vuestros miembros á servir á la justicia.», por lo que ahora presento siempre mi ser en holocausto vivo delante de Dios (Rom. 12:1), disponiendo mi vida, mi tiempo, recursos y trabajo para avivar su obra, y que así se dé gloria a Dios, y se edifique en amor su amada Iglesia.

Mi servicio sólo a Ti


Cuando se comprende que el compromiso y voto se hizo con el Altísimo, y uno propuso en su corazón andar delante de Dios en novedad de vida, emerge un punto medular de este mensaje, que es: Dios espera de mí resultados; porque el Señor espera de sus siervos frutos (Mt. 21:33-41 y 43).

Visualicemos la parábola de los talentos que se halla en Mateo 25:14-29, para entender con claridad este apartado. En ella se ilustra a un hombre que llamó a sus siervos y les entregó sus bienes, a cada uno conforme a su facultad: a uno 5 talentos, a otro 2, y a otro 1; y luego partió lejos… cuando regresó hizo cuentas con ellos, el que recibió 5 los trabajó y entregó otros 5, el que recibió 2 los trabajó y entregó otros 2, pero el que recibió 1 lo escondió y no le entregó nada a su Señor; por lo que a quienes se les dieron 5 y 2 talentos se les fue dicho por su Señor: «Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré: entra en el gozo de tu Señor.», mas a quien se le dio 1 talento su Señor le dijo: «Malo y negligente siervo», de manera que el talento que tenía se le fue quitado y se le dio a quien tenía 10. Esta enseñanza nos permite ver que el Señor a sus siervos nos otorga trabajo, y con ello los dones y elementos necesarios para desempeñar la labor (Ef. 4:11-12), sin embargo, a su tiempo nos pedirá resultados de lo recibido, y está en nosotros la decisión, misma por la cual nos ha de ser dicho: «Buen siervo y fiel» o «Malo y negligente siervo».

En este punto es preciso afirmar que el trabajo que se hace para Dios y su iglesia no es en vano; por lo que el motor que impulsa y da fuerza al servicio es la esperanza, pues como hijos de nuestro Padre Celestial tenemos por cierto que llegará el día en que retorne con gloria y victoria nuestro Señor Jesucristo, el cual nos dará nuestro galardón (Ap. 22:12), y así seremos coronados para vivir por la eternidad con sumo gozo, junto a nuestro Eterno Dios y su amado Hijo. Pero para esto es imprescindible que como lo refiere Hebreos 6:10-12 mostremos una gran solicitud de servicio hasta el fin, que alude a perseverar en el amor y buenas obras mientras haya en nosotros vida (Mt. 24:13), imitando así a los que por la fe y la paciencia heredan las promesas, sin desmayar, pues hay en nosotros convicción de que a su tiempo segaremos si no hubiéremos desmayado, pues sembramos sin cesar para el Espíritu, para segar vida eterna (Gál. 6:8-9); por lo que no seamos perezosos, mas hagamos arder el espíritu sirviendo al Señor (Rom. 12:11).

Ante Ti


Ahora nos comenzamos a adentrar a la pregunta origen, que detona este mensaje; porque si bien es una pregunta personal, las Sagradas Escrituras nos enseñan en qué calidad como hijos de Dios nos debemos presentar ante Él, pues instruye el apóstol Pablo en 2 Timoteo 2:15 «Procura con diligencia presentarte á Dios aprobado, como obrero que no tiene de qué avergonzarse…», y esta porción no es exclusiva para el ministerio, alcanza a todos los que recibieron la potestad de ser llamados hijos de Dios (Jn. 1:12), de manera que es nuestra responsabilidad como hijos de Dios andar en dignidad ante los ojos del Rey de los santos (Ap. 3:4), en limpieza y santidad, reflejando en todo tiempo en nuestro ser, que nuestro Dios mora en nuestro corazón; para que entonces nos alleguemos a Él con alabanza y ofrenda, y a la semejanza de Abel, el Santo se agrade de nosotros y de nuestra ofrenda; y no sea que nos ocurra como Caín, a quien nuestro Dios no miró con agrado ni a su ofrenda (Gén. 4:3-5).

Así que sabiendo que nuestro Dios mira el corazón (1 S. 16:7), ocupémonos con ahínco en limpiarlo (Sal. 51:10), y de esta forma presentarnos ante Él con un corazón limpio y con manos limpias (Sal. 24:3-4), con un corazón que halló su tesoro en Dios (Mt. 6:21); por lo que lo busca con gran intensidad y fervor, y así entonces no haya en nosotros jamás vergüenza al doblar nuestra rodilla delante del Omnipotente (Lc. 18:13), al cantar alabanzas a su Nombre, al servirle a su obra y al pensar en Él noche y día.

Tiempo de renovar


Una vez se ha comprendido que ante Dios uno debe acercarse con dignidad y aprobado, es importante darse cuenta que hoy es el momento de renovar mis votos y promesas delante del Señor, reconociendo que el Señor es la columna de mi trabajo (Sal. 127:1); por lo que si Él no está ahí mi labor no prosperará, antes se disipará como el vapor en el viento (Hch. 5:38), pero si Él está ahí la obra prevalecerá y nada ni nadie la detendrá (Hch. 5:39). Ejemplo de ello tenemos, tal como lo es José, pues incluso al ser vendido, ser esclavo y prisionero, jamás abandonó a su Dios, antes permaneció su temor en Él y todos sus días lo amó y buscó con todo su ser; por lo que aun siendo esclavo y prisionero prosperó (Gén. 39:2-4 y 21-23), y halló gracia a los ojos de Dios y de los hombres, llegando a ser el segundo de Faraón y a gobernar sobre Egipto.

Es imperante puntualizar que los votos y promesas que hemos de renovar emanaron de nuestra voluntad; por lo que nuestros labios pronunciaron lo que desde nuestro pensamiento propusimos ofrecer, de tal forma que si hemos hablado y prometido debemos cumplir, porque el Señor lo demandará de nosotros (Dt. 23:21-23). Así que hoy entre tanto podemos hallar a Dios (Is. 55:6) pongamos nuestra voluntad, corazón y empeño en buscarlo, esperando siempre en Él, para así ser fortalecidos y seguir adelante (Is. 40:29-31), hasta llegar a la esplendente y hermosa meta, que es triunfar sobre la muerte, sobre Satanás, sobre el mundo, y obtener la corona de justicia al haber sido fiel hasta la muerte (Ap. 2:10); para alabanza y gloria de nuestro Dios.

¿Me presento ante mi Dios con dignidad o con vergüenza?


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