Cada vez más cerca…

Cada vez más cerca…


Objetivo: Comprender la importancia de estar cerca de Dios, para ser perfeccionado en su servicio, y a su vez, vivir ante Él con dignidad.

¿Cuántas ocasiones no nos hemos sentido tan distantes de aquello que deseamos alcanzar? Como si viésemos el horizonte de la mar, estando de pie sobre la arena, o como si, en la noche, observásemos las lucientes estrellas desde la faz de la tierra. Pero, de la misma forma, ¿cuántas ocasiones no nos hemos sentido tan cercanos a lo que anhela nuestro corazón? Como si viésemos el río y escucháramos su correr, acercándonos a él con cada paso, sintiendo el fuerte latir del corazón, ensimismados, pensando que en tan sólo unos segundos todo cambiará, pues, al cruzar, una vida nueva comenzará…

«Cada vez más cerca…» es una expresión que ilustra proximidad progresiva y, al mismo tiempo, transmite esperanza y aliento, porque a medida que pasa el tiempo se va develando la meta a alcanzar. De manera que se divisa a la lejanía, pero con cada instante hay mayor claridad. Este mensaje, que da título al escrito, tiene un papel fundamental en la vida, ya que simboliza avance, progreso y cercanía con ese tesoro en que hemos puesto el corazón.

Cada vez más cerca… De Dios

Los escogidos al escuchar de Dios abren su corazón y se sensibilizan. Así comprenden cuán grande ha sido su amor, su misericordia y su perdón; por lo que brota un puro amor hacia Dios, que conduce a procurar estar más cerca de Él. En la búsqueda insaciable de cercanía con Dios se anhela comprender su voluntad, guardar sus palabras, y ser un digno hijo suyo que le agrade. Lo que nos conduce a pensar: ¿qué espera de mí?

Nuestro Padre fiel nos muestra qué espera de nosotros, como lo declara en Miqueas 6:8: «Oh hombre, él te ha declarado qué sea lo bueno, y qué pida de ti Jehová: solamente hacer juicio, y amar misericordia, y humillarte para andar con tu Dios.», donde se expresa de una forma maravillosa: «… y humillarte para andar con tu Dios.». La humildad es indispensable para andar con nuestro Dios. Reconocer el gran valor y significado que da Dios a nuestra vida porque, siendo nada, nos levantó para sentarnos con los príncipes (Sal. 113:7-8). Estando en lo más vil y pobre del mundo (1 Cor. 1:26-29), fuimos rescatados, para ser tenidos por dignos de ser llamados hijos de Dios (Jn. 1:12). Así que, los hijos de Dios viven con perpetua acción de gracias, reconociendo siempre al Padre Eterno como su Dios, disponiendo la vida a su servicio, como fieles siervos suyos.

Ahora bien, David declara hermosas verdades en sus salmos, en el Salmo 24:3-4 expresa: «¿Quién subirá al monte de Jehová? ¿Y quién estará en el lugar de su santidad? El limpio de manos, y puro de corazón: El que no ha elevado su alma á la vanidad, Ni jurado con engaño.», haciéndonos ver la clave de cómo acercarnos a Dios. Limpieza de manos y pureza de corazón es lo que se requiere para estar junto a Él, es decir, renovar nuestro ser por amor a Dios; de manera que guardemos su voluntad más que nuestra comida (Job 23:12), y obremos con justicia y verdad, en santidad, para manifestar a Dios con nuestras vidas. Acercarse a Dios no es fácil, es cierto, pero mientras mayor es nuestra cercanía a Él: más se crece, más se fortalece, más se adquiere sabiduría, y más agradable es nuestra vida ante sus ojos (Lc. 2:40 y 52).

Cada vez más cerca… De la perfección

La intimidad con Dios brinda maravillosos elementos para ser perfectos, y nosotros hemos sido llamados a ser perfectos y a vencer (Ef. 4:13). Para esto, nuestro Dios da a sus hijos de su Espíritu: espíritu de fortaleza, de amor, y de templanza; de manera que examinen las cosas espirituales y las entiendan (1 Cor. 2:12-15), al ser llevados a toda verdad. Además, nos muestra su voluntad a través de las Sagradas Escrituras, las cuales, al ser escudriñadas por hijos de Dios tienen efectos poderosos, porque, como lo afirma el apóstol Pablo en 2 Timoteo 3:15-17, las Sagradas Escrituras son inspiradas divinamente y son útiles para que el hombre de Dios sea sabio y perfecto, pues, enseñan, redarguyen, corrigen e instruyen. Por lo tanto, para ser perfectos es importante tener el espíritu de Dios, preparar nuestro corazón e inquirir en la ley de Dios, para comprender en plenitud cuál es la voluntad de Dios para nosotros, y en fidelidad y con celo cumplirla, en amor.

En sintonía con lo anterior, un paso esencial hacia la perfección es el amor fraternal (Rom. 13:9-10), porque amar nos acerca a Dios, pues Dios es amor. Por lo que, para experimentar plenamente el amor, hay que amar en verdad a nuestro prójimo (Mt. 5:43-48). Porque el que conoce a Dios y experimenta lo maravilloso que es ir de su mano, sentir su presencia, y tenerlo tan cerca, lo manifiesta, buscando que los demás también tengan esa cercanía con Dios.

El amor fraternal se manifiesta de muchas formas, y una manera extraordinaria es trabajar por la salvación de los demás como trabajamos por la nuestra. Lo que quiere decir que nos ocuparemos en ser perfectos y en agradar a Dios, pero también velar porque la iglesia de Dios sea perfecta y agrade en todo a nuestro Señor; sin importar el esfuerzo, tiempo y recursos que se requieran emplear. Porque es tanto el amor que se tiene por Dios y la iglesia que, con alegría y solicitud, uno se dispone, sin que sea una carga, sino más bien un honor, y al ser un honor se procura ser excelente para edificación de la iglesia (1 Cor. 14:12).

Finalmente, el Señor Jesús nos muestra un precioso mensaje en Mateo 19:21: « Si quieres ser perfecto, anda, vende lo que tienes, y da lo á los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven, sígueme.». Donde nos ilustra que, para ser perfecto hay que renunciar a lo que uno fue en el ayer, y seguir a nuestro Señor y Rey, Jesucristo. Así, paso a paso, huella tras huella, nos acercaremos más a Dios y a la perfección.

Cada vez más cerca… De mi redención

Esperanza y redención son conceptos que adquieren verdadero valor en quienes buscan a Dios y anhelan ser perfectos. Sin embargo, sabemos que el reino de los cielos es de los valientes, pues, el apóstol Pedro afirma: «Y si el justo con dificultad se salva…» (1 P. 4:18). De manera que, la esperanza resplandece en los ojos de los hijos de Dios, pero, para alcanzarla es importante trabajar primero, como se manifiesta en 2 Timoteo 2:6: «El labrador, para recibir los frutos, es menester que trabaje primero.»

Entrar por la puerta angosta, y así obtener la vida eterna, no es sencillo. Por lo que, para vencer, es importante trabajar para Dios, como siervos suyos; siendo un instrumento santo, de honra, en su mano (2 Tim. 2:21). Cuando un corazón se humilla ante el Eterno Rey, y le ofrece su vida en servicio, para gloria de su Nombre, no pasa desapercibido, pero, es fundamental que se muestre gran solicitud y ánimo, desde el inicio hasta al cabo, imitando así a quienes por la fe y la paciencia heredan las promesas (Heb. 6:10-12). Tomemos por ejemplo al apóstol Pablo, que en un momento de su vida declaró: «No que ya haya alcanzado, ni que ya sea perfecto; sino que prosigo, por ver si alcanzo aquello para lo cual fuí también alcanzado de Cristo Jesús.» (Fil. 3:12), y tiempo después, conociendo que su tiempo era cumplido, afirma con plena convicción: «He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe.» (2 Tim. 4:7).

Al llegar a este punto podemos apreciar que hay una estrecha relación entre estar cerca de Dios, de la perfección y de la redención. Así que, sí hoy apercibimos nuestro corazón para en honor y santidad ir al encuentro de nuestro Dios, ocupándonos de día y noche en purificar nuestro corazón, limpiar nuestras manos y seguir a nuestro Señor, estaremos cada vez más cerca de Dios, de la perfección y de nuestra redención.

«Y cuando estas cosas comenzaren á hacerse, mirad, y levantad vuestras cabezas, porque vuestra redención está cerca.» (Lc. 21:28).


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